Isabel estaba cansada de hacer todas las cosas bien, ella
era una muchacha que tenía muy buenas calificaciones en su secundaria, iba a la
iglesia casi todos los días, a clases de canto y le gustaba ir a natación. Ella
daba una impresión de santa con esta descripción, así que a mediados de la
preparatoria decidió ir a fiestas donde se amanecía tomando y platicando con
amigos, tenía un novio con el que platicaba, reía, veía películas, jugaba
futbol, dormía y otras cosas más de novios. Sus papás parecían dos personas
ajenas a ella, sus papás no vivían juntos, pero por ley estaban casados y su
mamá pedía fervientemente por que viviera con ella y que asistiera a la pequeña
iglesia protestante a la que asistía. En la casa de su mamá era infeliz. Su
madre trabajaba en oficina todos los días y a pesar de que el padre les daba lo
de la colegiatura y gastos de la casa, ella en las tardes siempre salía con el
pretexto de ir a vender joyas y evangelizar para la iglesia cristiana. Por
alguna extraña razón, Felipe, su hermano siempre era el bueno y cuando pasaba
algo, Isabel era la de los platos rotos. Sus primos llegaban a su casa y se burlaban
de su aspecto, ridiculizaban lo que hacía o le quitaban la televisión, si los
acusaba, su tía y su mamá no le tomaba importancia pues el chisme que
se contaban entre ellas era trascendental. Su abuela habitaba en esa casa y de
no haber sido por ella, Isabel no hubiera sentido lo que es un cariño maternal;
todos los días, al llegar de la escuela, abrazaba a su abuelita y ella a cambio
tenía la comida lista para sus nietos. Dormían en el mismo cuarto y platicaban
en las noches, Isabel le gustaba sobarle la espalda a la pobre anciana después
de un día de puros quehaceres del hogar pues Patricia, la mamá de Isabel
siempre estaba muy ocupada. Con mucho dolor, dejó aquel lugar, donde la
demencia simplemente era cancerígena. Su novio la convenció, pues en una de
esas pláticas de novios, olvidó apagar la computadora y por el micrófono se
escuchó uno de tantos pleitos, donde Felipe se puso muy agresivo y casi la
ahorca. La madre llegó al rescate del muchacho –por desgracia de Isabel- y le
dijo a ella que tenía el diablo metido. Entonces ella decidió vivir con su
papá, aquel personaje distante que ella había escuchado que se trataba de un
noble caballero. En los meses siguientes, ella extrañaba su antigüa casa, sobre
todo las comidas y apapachos de su abuelita. Isabel sentía un cariño más grande
por la anciana que por su madre.
Patricia se puso de novia con un señor bastante mayor que
ella. Un día fueron a una excursión al sur del estado. Él venía cansado,
Patricia distraída en la parte de atrás junto con su madre y Felipe adelante
jugando un videojuego. El conductor cabeceó dos veces, pero en la tercera perdió
el control y la carcacha se desvió del camino, rodó, se volteó, sufrieron
algunas laceraciones tres de ellos, pero la abuela de Isabel además se fracturó
el brazo, la pierna y se golpeó la cabeza, solo supe que la sangre era tanta
que se la tragaba y también hubo sangre en la pleura del pulmón, lo que le
impedía respirar. Fue llevada por la cruz roja a un hospital, su condición era
crítica. Duró 2 semanas en terapia intensiva. Después de esto, su ropa y lo que
llevaba puesto fue entregado a Patricia. La familia se vistió de negro.
Isabel me contó que el 2 de mayo fue al panteón a visitar
a su abuelita. Ella la extrañaba muchísimo. Cuando se enteró, de todo, sentía
que su mundo se desmoronaba, pero gracias a Dios buscó ayuda con un psicólogo
en vez de seguir con el fanatismo que para nada curaba su dolor. Pasaron
cientos de lunas y su ánimo era el de una muchacha alegre, extrovertida,
simpática. Estaba muy atractiva, se había puesto en condición, se maquillaba,
se compraba ropa muy bonita. Yo que la conozco desde hace rato, puedo decir que
tuvo una gran transformación.
Pasó el tiempo, ella pasó a la universidad y se fue dando
cuenta que su papá no era lo que pensaba, era una persona egoísta, confusa,
neurótica y esto le daba un profundo dolor y coraje. Tenía mucho resentimiento,
por mucho tiempo se lo tragó y ahora le reclamaba a su actual tutor, claro, a
su papi no le gustó para nada esto. Te cuento que en tercer año de su carrera,
Isabel tuvo una discusión con su padre, él insistía en dominar en asuntos
privados de la vida de la muchacha y le
prohibió que viera a su novio para intimar y la castigó con el privilegio de
usar el auto para sus vueltas. Ese día vio a la muchacha que tapaba su desnudez
con las cobijas. Él como siempre, no la dejó opinar o aclarar y dando terminado
el monólogo, el señor se fue a su recamara. Enfurecida ella agarró la lavadora
para desquitarse y empezó a golpearla, los golpes se oyeron en el cuarto
principal y el padre enfurecido había resurgido como hulk y se abalanzó contra
ella y la aventó al sillón. Después se quitó el cinto y la golpeó. Ella gritó
pero nadie la escuchaba, ella intentó escapar, pero él se puso en la entrada.
Él se calmó un poco y se fue a dormir, ella lloró toda la noche y quedó
paralizada.
Pues ya pasó un mes y su padre sigue sin hablarle del
asunto o de porque se entrometía en su vida privada. Solo le comentó de forma
sádica que los golpes que le dio a la muchacha se los merecía desde chiquita y
que no se los había podido dar…
Se dio cuenta de que era hora de decidir, al final sus
pensamientos convergieron en que debía soportar unos años más, hasta concluir
su carrera.
Le deseo suerte a esta muchacha.
A 10 de septiembre de 2056, veo el expediente de Isabel y
sonrío, vaya que sí le fue bien.